¿Por qué es tan limpio el aire de los aeropuertos?

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Verano es la estación del año que registra un mayor número de desplazamientos en avión. Sin embargo, en un mundo globalizado como el nuestro donde las distancias se han acortado, todo el año se registran una cantidad muy elevada de vuelos, que transportan millones y millones de pasajeros, lo que conlleva que el transporte aéreo comercial sea potencialmente un medio de amplia diseminación de enfermedades transmisibles por contacto con superficies y por la proximidad con personas infectadas. Aparte de los severos protocolos de limpieza y desinfección que rigen en los aviones de pasajeros, los aeropuertos también son lugares muy sensibles a la hora de prevenir la trasmisión de enfermedades entre personas que se cruzan en sus pasillos, yendo o viniendo de las más diversas zonas del planeta.

Eso explica la sensación de aire limpio y fresco que, en la mayoría de ocasiones, experimentamos cuando accedemos a una terminal, a pesar de la gran concentración de personas y mobiliario, por no citar a las actividades de restauración que contribuyen a reducir la calidad del aire de los aeropuertos.

Los factores que condicionan la calidad del aire en un aeropuerto provienen en muchas ocasiones de las operaciones que se realizan en el exterior de la instalación y que pueden penetrar a su interior a través de los sistemas de ventilación, lo que pone de manifiesto la importancia de un buen sistema de filtración capaz de segregar las partículas contraproducentes emitidas por la actividad de las aeronaves (aterrizaje, despegue y maniobras), tráfico de vehículos de asistencia, “jardineras” y otros medios de transporte de personal, gestión de residuos…

Al fin y al cabo, la supervisión de la calidad del aire interior en los aeropuertos permite proporcionar a las personas, tanto a los viajeros como al personal que trabaja, unas óptimas condiciones ambientales, que satisfagan las necesidades de relax y confort esperables de este tipo de infraestructuras.

Después, cuando nos toque embarcar y subamos al avión nuestros temores no deben aumentar, más bien todo lo contrario. La realidad es que los aviones, a pesar de ser tubos metálicos y semi herméticos donde la tos de un pasajero se puede convertir en una “amenaza” para los demás, son extremadamente cuidadosos con el sistema encargado de renovar el aire que respiran sus pasajeros, hasta el punto que utilizan los mismos filtros que vemos en hospitales y salas de cirugía. Los aviones reciclan solo un 50% del aire en su interior y el resto llega desde los compresores de los motores.

El aeropuerto de Barcelona, por ejemplo, realiza el control de calidad del aire en cuatro estaciones para la medición y registro de contaminantes atmosféricos.

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